El alfar tradicional de Chinchilla de Montearagón

Título El alfar tradicional de Chinchilla de Montearagón
Autor José Sánchez Ferrer
Fecha 1989
Materia Alfarería
Formato 274 p. 22 x 16 cm.
Editor Instituto de Estudios Albacetenses
I.S.B.N. 84-87136-09-5
D.L. AB. 644-1989
IEA
Diputación de Albacete

Introducción

Aunque en los últimos alfareros chinchillanos hay resistencia a los cambios, éstos han llegado inevitablemente. Los hornos con cocción a leña se han abandonado y son ya ruinas. La tecnología del horno eléctrico se ha impuesto desde hace algunos años. Este hecho supone ya un cambio esencial en el carácter de su alfarería, lo que unido a la prohibición, por normativa sanitaria, del uso del barniz con sulfuro de plomo hace que los colores y matices, que las aguas y los efectos de las piezas no sean los mismos que antaño. Todo está controlado y dominado. Ya no aparecen los casuales retoques, ni se alcanzan las caprichosas irisaciones, ni se observan los imprevistos colores. Las obras son de formas más perfectas, de brillos sin «fallos», de superficies homogéneas pero sin el «duende» ni el encanto de las piezas maestras precedentes. Las formas se modifican y se enriquecen con nuevas decoraciones, sin raíces, para propiciar las ventas y, al fin y al cabo, para mantener la actividad.

Esta realidad me impulsó a estudiar la alfarería tradicional de Chinchilla desde un punto de vista etnohistórico: investigando documentación escrita (la he conseguido reducida porque los datos que proporcionan estas fuentes de una actividad común y ordinaria entroncada en la historia de lo cotidiano son escasos), escuchando a los viejos artesanos que la han producido y observando sus procedimientos técnicos y su tipología.

He centrado el trabajo, y así lo hago constar en el título, en la idea de lo tradicional mejor que en la de lo popular. No porque no se cumpla la segunda, sino porque el objetivo ha sido dejar de lado los procesos, diseños y colores que ahora se hacen para adaptar las piezas a la demanda actual. Esto produce cambios tan sensibles que si bien puede seguir considerándose esta artesanía como popular, aunque ya no del pueblo, no puede ser calificada como nítidamente tradicional y eso aún teniendo en cuenta que lo popular siempre tiene como soporte un sustrato latente de tradición. A este respecto citaré la interpretación que de ello hace Menéndez Pidal, si bien referida a la poesía. Según él, para que se llegue a lo popular se ha de alcanzar antes lo tradicional. La tradición entendida no como un simple trasmitir, sino como una categoría que lleva implícita, además, la asimilación de un pueblo, es decir, la acción continuada e ininterrumpida del pueblo a través de diversas variantes. Para este autor lo popular es aquello que, proviniendo de una creación individual, el pueblo lo recibe como suyo y lo toma como propio, como perteneciente a su tesoro cultural.

Se ha dirigido el análisis a una actividad en la que era la tradición la que proporcionaba las técnicas, útiles y diseños de unos productos que la experiencia de generaciones anteriores había considerado válidos para satisfacer sus necesidades y, por tanto, era la tradición la que asignaba a estos productos una función dentro de la comunidad y la que impregnaba con múltiples connotaciones la pura utilidad de estas obras artesanas.

No formulo en estas páginas una llamada romántica ni utópica ante la decadencia de esta alfarería. Es evidente que la variación de las formas y los mejores niveles de vida acaban con los modos anteriores y no es posible apelar a un regreso a ellos.

En este libro se ha querido documentar, ayudar, en la medida de lo posible, a la comprensión y apreciación del valor que reúnen unas piezas aprendidas y transmitidas en la tradición artesanal y dar a conocer un testimonio que en su arraigo y en la autenticidad de sus formas culturales esgrime las razones por las que hay que recoger y proteger lo que aún queda. Creo que la alfarería tradicional no va a ser ya nunca una actividad económicamente rentable, pero su riqueza etnológica le hace acreedora de la pervivencia, como hecho cultural, de sus formas y procedimientos y de una labor de documentación científica exhaustiva y detallada que deben ser garantizadas por un generoso mecenazgo público, debidamente estudiado y programado. Y esto porque -y hago mía la idea- en última instancia, la presencia viva de la artesanía tradicional dependerá de la sabiduría de los pueblos para valorar la recuperación y mantenimiento de su patrimonio histórico y cultural y de su responsabilidad en preservarlo para quienes nos sucedan.

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